Es mediodía y me encuentro echado en mi cama haciendo “zapping” (saltando programación o canales en la televisión) pero nada me llama la atención. Luego de varios minutos de jugar con el control remoto me detengo en un canal donde veo aparecer a una mujer, informando acerca del pronóstico del clima, la mujer que habla es una chica trigueña de cuerpo anoréxico, con una mirada pérdida y una sonrisa tonta como si se hubiera fumado un porro.
-¿Qué porquerías fuman en ese canal? – me pregunté
Lo mas curioso del espectáculo televisivo, es que la mujer decía dos palabras y se quedaba callada, como si decir que iba a hacer calor o frío fuera algo tan complicado como decir el alfabeto griego de adelante para atrás en menos de 10 segundos (por poner un ejemplo).
El teléfono suena pero no tengo ganas de contestar, cada timbrada era como si un martillo golpeara mi cabeza. Tengo un gran dolor de cabeza y tanta pereza que el solo hecho de pensar en estirar mi brazo para alcanzar el teléfono que se encuentra a unos 15 centímetros de mi cama, en mi mesa de noche, me provoca cansancio.
-¡Hola!- contesto el teléfono con gran desgano, después de la décima timbrada.
-Oe, huevón…. ¿todavía estas “jateando” (durmiendo)?- dice una voz que reconozco al instante.
-¿Que quieres panzón de mierda?- le respondo en tono de broma.
-Oe compare, te estoy esperando desde las 7 am en mi “jato” (casa)-
-¡Ta mare! me había olvidado; ahorita voy para allá-
Un día antes de aquel día de resaca absoluta, fui a tomar unos cuantos tragos con un compañero y amigo de mi colegio (donde estudié primaria y secundaria) para celebrar el día del trabajo, pero no pensé en aquel momento que ese vino barato y adulterado me iba a joder tanto la cabeza al día siguiente, en realidad llevaba muchos meses sin tomar alcohol y ya había olvidado lo horrible que era una resaca. Andrés me había pedido ese mismo día que le hiciera el gran favor de ayudarlo a mudarse a su departamento pero cuando me llamo por teléfono ya me encontraba en la segunda botella de vino y a duras penas recordaba mi nombre, así que respondí que sí pero sin entender la petición de Andrés.
Mi amigo Andrés me pregunto si podía ayudarle a cargar unas cuantas cajitas llenas de cosas de la casa de sus padres hacia su nuevo departamento pero lo había olvidado por completo debido a los estragos que había causado el alcohol en mi cerebro, específicamente en mi memoria, el día 1º de Mayo.
Después de recordar lo que Andrés me había pedido el día anterior, me bañe con agua muy fría para poder quitarme cualquier molestia física provocada por el alcohol. Luego del baño reparador, me sentí mas relajado y con ganas de levantar varias cajas a la vez, pero cuando llegué a la casa de los padres de Andrés y vi que en la puerta de la casa habían como cincuenta cajas de unos 20 Kg cada una, sentí que el valor y fortaleza (de Popeye, el marino) que me habían poseído se hundieron mas rápido que el Titanic.
Andrés se asomó por la ventana de la casa, desde el segundo piso miro las cajas, luego me miro dibujando a la vez en su rostro, una sonrisa burlona. En el fondo creo que aquella petición de ayudarlo con la mudanza era su dulce venganza por haberme burlado de él una semana antes, cuando me dijo que se iba a mudar de la casa de sus viejos (padres).
-Estas “misionero” (no tener dinero), no tienes ni un centavo en los bolsillos y me dices que: ¿ya tienes departamento?- le dije esto soltando una gran carcajada una semana atrás.
Eran las 2pm, el calor era inclemente, y yo me encontraba cargando la caja número 10 hacia el pequeño camión de mudanzas. Los minutos se hacían interminables y conforme pasaba el tiempo sentía que las cajas pesaban un Kg cada vez más.
La curiosidad se apoderó de mí cuando cargué la caja número 13 y noté que era diferente a las demás. Esta caja estaba envuelta en papel de regalo y tenía una tarjeta navideña que colgaba de una pequeña soguita de color verde pegada a un costado de la caja, la tarjetita decía en letras doradas: “Para mi hermanito Andrés de parte de Lucas” y un poco mas abajo decía en letras muy pequeñas “Navidad de 1987”.
La caja tenía una forma irregular, como si hubiera sido aplastada por algo y era muchísimo mas liviana que las demás. Más pesaba mi curiosidad por saber que contenía esa caja así que le pregunté a Andrés.
-¿Qué contiene esta caja, Andrés?-
Andrés me miro de reojo mientras cargaba las demás cajas, permaneció en silencio simulando no haber escuchado mi pregunta. Andrés continuó cargando las cajas (esfuerzo solo comparable con el de las hormigas que cargan 50 veces su propio peso) hasta que el sol sofocante detuvo su trabajo.
-¿Viste a la flaquita que salió en el canal del clima?-
Me sorprendió su pregunta porque no tenía relación con la pregunta que le había hecho con respecto a la caja pero decidí seguirle el “juego”.
-Dijo que hoy por la tarde iba a hacer un calor del infierno y no se equivoco- respondí.
-Los pronósticos del tiempo no siempre son acertados pero así como predicen los eventos climatológicos ojala pudieran predecir otros eventos, como la muerte.
La verdad que al verlo sentado ahí en las gradas de la puerta principal de la casa de sus padres me hizo recordar a un acontecimiento similar que sucedió en la Navidad de 1996. Recuerdo que Andrés aquella Navidad cuando los fuegos artificiales iluminaban el cielo aquella noche, el se sentó en esas mismas gradas mirando hacia el suelo sin despegar los ojos de ahí durante el tiempo que duró la exhibición de luces en el cielo. Fue una especie de trance que duró unos cinco minutos, luego le desee Feliz Navidad y me retiré a mi casa para pasar la Navidad en familia.
-¿Sabes quien es Lucas?- me preguntó pero mirando al suelo.
Yo en el fondo sabía la respuesta pero una gran duda inundaba mi mente. Debido a que la tarjeta navideña decía hermano, era fácil deducir que Lucas era su hermano pero yo conocía a Andrés desde que tenía diez años, conocía a toda la familia que vivía en su casa y nunca supe que tenía un hermano.
-¿Tu hermano?- dije con cierta inseguridad en mi respuesta.
-Lucas era mi hermano gemelo, lo quise muchísimo y un día antes de Navidad en su lecho de muerte en aquella cama de hospital me pidió que por favor abriera su regalo de Navidad, el cual había envuelto con mucho cariño para mí.-
Yo escuchaba con atención la historia que me estaba contando Andrés, la cual me costaba creer debido a que nunca en la casa de mi amigo vi a otra persona igual a él. A pesar de ello seguí prestando oídos a la inverosímil historia del hermano gemelo.
-Lucas fue hospitalizado cuando tenía 11 años, exactamente el 24 de Diciembre de 1987, y ese mismo día falleció en la cama de un hospital, conectado a un respirador artificial y varios cables que estaban pegados a su cuerpo como si estos formarán parte de su frágil cuerpo.
Habían algunas cosas en el relato de Andrés que no tenían relación alguna con la realidad que yo conocía acerca de Andrés. Algunas de las cosas que me decía parecían sacadas de algún libro de ficción, lo cual me hacía plantearme algunas preguntas:
1º Andrés era hijo único, según lo que me informaron sus padres. ¿Cómo es posible que Andrés tuviera un hermano gemelo y que este supuesto hermano fuera negado por sus padres?
2º De haber tenido un hermano gemelo, lo habría visto alguna vez durante las muchas
visitas que realice al domicilio de sus padres. ¿Por qué nunca vi alguna prueba física de la existencia del hermano de Andrés en dicha casa? ¿Por qué nunca vi alguna foto de él o al mismísimo Lucas en persona dentro de la casa?
3º Según su documento de identidad, Andrés nació el 1 de Octubre de 1974. Si Lucas era su hermano gemelo se supone que ambos nacieron en 1974, entonces ¿Porque Lucas, el supuesto hermano gemelo de Andrés, falleció a los 11 años y no a los 13 si tomamos en cuenta la fecha de fallecimiento que fue el 24 de Diciembre de 1987?
A pesar que había mucha incoherencia en su relato, no quise hacerle preguntas acerca de los 3 puntos que acabo de mencionar con el fin de no crear demasiada confusión en la mente de mi amigo.
Luego de terminar de contar la historia acerca de su hermano gemelo, Andrés me dijo que ya era momento de abrir la caja. Así que procedió a romper el papel de regalo de color rojo (con dibujos de pequeñas estrellas por todos lados).
Mi sorpresa fue grande al ver que la caja solo contenía dos pequeños objetos en su interior: un lápiz sin punta y una pequeña libreta del tamaño de la palma de una mano con 50 páginas en blanco. Además algo curioso que noté luego de abierta la caja y al ver con detenimiento la tarjetita, que estaba adherida a esta, es que la letra que decía: “Para mi hermanito Andrés de parte de Lucas” era idéntica a la letra de Andrés.
-¿Es posible que los hermanos gemelos puedan escribir de la misma manera?- pensé.
Yo estaba 100% seguro que esa letra era la letra de Andrés, pero preferí no hacer mención alguna al respecto a mi amigo.
Luego de algunos minutos de silencio que parecían eternos, Andrés volvió a hablar para decir:
-¡Oe Cojudo! ¿Que hacemos sentados acá? vamos a seguir cargando las cajas; ¡Carajo!-
Yo solo le seguí el “juego” y simule que Andrés no había hecho comentario alguno acerca de su hermano gemelo y mucho menos abierto la caja. Así que por 10 minutos más seguimos cargando cajas al camión de mudanzas y terminados deshidratados por el calor que había intensificado su poder.
-Vamos a tomar algo helado adentro- dijo Andrés, con tono alegre.
-Si pero que no sean “chelas” por favor. No deseo saber nada de alcohol, mínimo hasta el día de mi cumpleaños – respondí, con el mismo tono alegre que Andrés.
Luego de reírnos de tonterías que habíamos pasado durante nuestra la niñez, Andrés hizo una pausa a nuestra divertida conversación, y se dirigió a la refrigeradora para sacar una botella de Inca Kola helada. El aire acondicionado de la casa sumado al esfuerzo de cargar cajas durante casi toda la tarde provocó en mí una pérdida gradual de fuerzas al punto de forzarme a quedarme dormido en el sofá de la sala.
Cuando desperté, me sentí muy desorientado, por un momento pensé que estaba aún en mi casa recuperándome de la resaca y que las cajas que había cargado eran solo producto de un mal sueño. Al levantarme del sofá sentí un fuerte dolor de espalda, brazos, piernas, etc; en resumen me dolía casi todo el cuerpo.
Lo primero que ví al levantarme de mi prolongado sueño era que el reloj de cuerda de la pared marcaban las 7de la noche.
-¿Tanto he dormido?- dije en voz alta.
-Sigue descansando, ambos han trabajado bastante y se merecen un descanso- dijo una voz femenina.
La voz era de la madre de Andrés que estaba ingresando a la casa luego de una larga
jornada de trabajo. Desde que la conocí, la señora Rocío siempre fue una mujer trabajadora, por tal motivo muy poco tiempo se le veía en casa pero siempre fue una madre que le dedico mucho tiempo y amor a su “único” hijo, Andrés.
A la señora Rocío no le molestaba mi presencia en casa pero me percaté que algo en la sala le había causado cierta molestia.
-¡Debí esconder mejor esa caja!- dijo esto mirando al suelo con rabia, donde se encontraba la caja de regalo abierta.
-Señora ha sido mi culpa, yo motivé a Andrés a abrir esa caja-
-No es tu culpa, ha sido mía-
Fue entonces que la señora empezó a contarme una historia que comenzó a aclarar muchas cosas con respecto a esa misteriosa caja, su contenido y el supuesto hermano gemelo.
La señora Rocío comenzó a contarme que mi gran amigo Andrés sufría un mal llamado trastorno de identidad disociativo (personalidad múltiple). “Lucas” era en realidad Andrés pero tenían personalidades diferentes, algo difícil de entender, debido a la complejidad de la mente pero en resumen Lucas nació de la mente de Andrés cuando tenía 13 años. Justo antes de Navidad, los padres de Andrés notaron un comportamiento extraño en él y decidieron internarlo en un hospital psiquiátrico debido a que Andrés (Lucas) adoptó una personalidad violenta, inclusive llego a amenazar con un cuchillo a su Padre.
El único recuerdo que guardaba la señora Rocío de aquel 24 de Diciembre de 1987 fue una caja que el mismo Andrés había envuelto, un día antes, en un papel de regalo y colocado junto al árbol navideño. En realidad los padres de Andrés no saben porque Andrés se transformó en el violento “Lucas” y envolvió en papel de regalo dos objetos, es decir la libreta y el lápiz sin punta.
La señora Rocío terminó de contar la historia diciendo que “Lucas” ahora estaba internado nuevamente en un hospital psiquiátrico o como lo llama Andrés, su nuevo departamento.
Al día siguiente, temprano por la mañana fui al hospital en busca de Andrés pero nadie en la recepción del hospital sabía en que habitación estaba, así que me aventuré a preguntarle a una enfermera:
-Srta. Enfermera, me podría decir por favor ¿donde se encuentra la habitación de “Lucas”…..?-
Y antes que le dijera el apellido, la enfermera me interrumpió:
-Yo estoy a cargo de su cuidado- dijo esto señalando una habitación, con poca iluminación en el exterior.
-Hoy no puede recibir visitas pero haré una excepción- dijo la enfermera.
Antes de atravesar la entrada de la habitación miré hacia arriba de la puerta semiabierta que tenía el número 13, escrito en una placa dorada.
-Vaya ironía de la vida- murmuré.
Fue triste ver a Andrés echado en aquella cama de hospital, sedado completamente y con apariencia indefensa (contraria a la personalidad de Lucas).
La madre de Andrés, me dijo que cuando fuera a verlo le entregara la caja con los dos objetos adentro. La señora Rocío pensó que tal vez la cura para su mal estaba ahí.
La señora Rocío no se equivocó porque luego de dejar a los pies de la cama esa extraña caja, que había permanecido escondida por años en el sótano de la casa, durante los días siguientes a mi visita, mi amigo presentó una gran mejoría y poco a poco conforme pasaban los días hasta convertirse en un año, Andrés había recuperado casi en su totalidad su verdadera personalidad. Al lápiz que había en la caja, le sacó punta y en la libreta escribió cortos relatos acerca de él, sus amigos y su familia.
Al año de haber sido internado en ese hospital, su padres lo acogieron en la casa nuevamente, que también era la casa de Andrés, para ese entonces sus padres lo habían ayudado a publicar un libro de relatos (que empezó en una libreta de apuntes) y que terminó ocupando un espacio en las librerías y en las mentes de los lectores.
-¿Qué porquerías fuman en ese canal? – me pregunté
Lo mas curioso del espectáculo televisivo, es que la mujer decía dos palabras y se quedaba callada, como si decir que iba a hacer calor o frío fuera algo tan complicado como decir el alfabeto griego de adelante para atrás en menos de 10 segundos (por poner un ejemplo).
El teléfono suena pero no tengo ganas de contestar, cada timbrada era como si un martillo golpeara mi cabeza. Tengo un gran dolor de cabeza y tanta pereza que el solo hecho de pensar en estirar mi brazo para alcanzar el teléfono que se encuentra a unos 15 centímetros de mi cama, en mi mesa de noche, me provoca cansancio.
-¡Hola!- contesto el teléfono con gran desgano, después de la décima timbrada.
-Oe, huevón…. ¿todavía estas “jateando” (durmiendo)?- dice una voz que reconozco al instante.
-¿Que quieres panzón de mierda?- le respondo en tono de broma.
-Oe compare, te estoy esperando desde las 7 am en mi “jato” (casa)-
-¡Ta mare! me había olvidado; ahorita voy para allá-
Un día antes de aquel día de resaca absoluta, fui a tomar unos cuantos tragos con un compañero y amigo de mi colegio (donde estudié primaria y secundaria) para celebrar el día del trabajo, pero no pensé en aquel momento que ese vino barato y adulterado me iba a joder tanto la cabeza al día siguiente, en realidad llevaba muchos meses sin tomar alcohol y ya había olvidado lo horrible que era una resaca. Andrés me había pedido ese mismo día que le hiciera el gran favor de ayudarlo a mudarse a su departamento pero cuando me llamo por teléfono ya me encontraba en la segunda botella de vino y a duras penas recordaba mi nombre, así que respondí que sí pero sin entender la petición de Andrés.
Mi amigo Andrés me pregunto si podía ayudarle a cargar unas cuantas cajitas llenas de cosas de la casa de sus padres hacia su nuevo departamento pero lo había olvidado por completo debido a los estragos que había causado el alcohol en mi cerebro, específicamente en mi memoria, el día 1º de Mayo.
Después de recordar lo que Andrés me había pedido el día anterior, me bañe con agua muy fría para poder quitarme cualquier molestia física provocada por el alcohol. Luego del baño reparador, me sentí mas relajado y con ganas de levantar varias cajas a la vez, pero cuando llegué a la casa de los padres de Andrés y vi que en la puerta de la casa habían como cincuenta cajas de unos 20 Kg cada una, sentí que el valor y fortaleza (de Popeye, el marino) que me habían poseído se hundieron mas rápido que el Titanic.
Andrés se asomó por la ventana de la casa, desde el segundo piso miro las cajas, luego me miro dibujando a la vez en su rostro, una sonrisa burlona. En el fondo creo que aquella petición de ayudarlo con la mudanza era su dulce venganza por haberme burlado de él una semana antes, cuando me dijo que se iba a mudar de la casa de sus viejos (padres).
-Estas “misionero” (no tener dinero), no tienes ni un centavo en los bolsillos y me dices que: ¿ya tienes departamento?- le dije esto soltando una gran carcajada una semana atrás.
Eran las 2pm, el calor era inclemente, y yo me encontraba cargando la caja número 10 hacia el pequeño camión de mudanzas. Los minutos se hacían interminables y conforme pasaba el tiempo sentía que las cajas pesaban un Kg cada vez más.
La curiosidad se apoderó de mí cuando cargué la caja número 13 y noté que era diferente a las demás. Esta caja estaba envuelta en papel de regalo y tenía una tarjeta navideña que colgaba de una pequeña soguita de color verde pegada a un costado de la caja, la tarjetita decía en letras doradas: “Para mi hermanito Andrés de parte de Lucas” y un poco mas abajo decía en letras muy pequeñas “Navidad de 1987”.
La caja tenía una forma irregular, como si hubiera sido aplastada por algo y era muchísimo mas liviana que las demás. Más pesaba mi curiosidad por saber que contenía esa caja así que le pregunté a Andrés.
-¿Qué contiene esta caja, Andrés?-
Andrés me miro de reojo mientras cargaba las demás cajas, permaneció en silencio simulando no haber escuchado mi pregunta. Andrés continuó cargando las cajas (esfuerzo solo comparable con el de las hormigas que cargan 50 veces su propio peso) hasta que el sol sofocante detuvo su trabajo.
-¿Viste a la flaquita que salió en el canal del clima?-
Me sorprendió su pregunta porque no tenía relación con la pregunta que le había hecho con respecto a la caja pero decidí seguirle el “juego”.
-Dijo que hoy por la tarde iba a hacer un calor del infierno y no se equivoco- respondí.
-Los pronósticos del tiempo no siempre son acertados pero así como predicen los eventos climatológicos ojala pudieran predecir otros eventos, como la muerte.
La verdad que al verlo sentado ahí en las gradas de la puerta principal de la casa de sus padres me hizo recordar a un acontecimiento similar que sucedió en la Navidad de 1996. Recuerdo que Andrés aquella Navidad cuando los fuegos artificiales iluminaban el cielo aquella noche, el se sentó en esas mismas gradas mirando hacia el suelo sin despegar los ojos de ahí durante el tiempo que duró la exhibición de luces en el cielo. Fue una especie de trance que duró unos cinco minutos, luego le desee Feliz Navidad y me retiré a mi casa para pasar la Navidad en familia.
-¿Sabes quien es Lucas?- me preguntó pero mirando al suelo.
Yo en el fondo sabía la respuesta pero una gran duda inundaba mi mente. Debido a que la tarjeta navideña decía hermano, era fácil deducir que Lucas era su hermano pero yo conocía a Andrés desde que tenía diez años, conocía a toda la familia que vivía en su casa y nunca supe que tenía un hermano.
-¿Tu hermano?- dije con cierta inseguridad en mi respuesta.
-Lucas era mi hermano gemelo, lo quise muchísimo y un día antes de Navidad en su lecho de muerte en aquella cama de hospital me pidió que por favor abriera su regalo de Navidad, el cual había envuelto con mucho cariño para mí.-
Yo escuchaba con atención la historia que me estaba contando Andrés, la cual me costaba creer debido a que nunca en la casa de mi amigo vi a otra persona igual a él. A pesar de ello seguí prestando oídos a la inverosímil historia del hermano gemelo.
-Lucas fue hospitalizado cuando tenía 11 años, exactamente el 24 de Diciembre de 1987, y ese mismo día falleció en la cama de un hospital, conectado a un respirador artificial y varios cables que estaban pegados a su cuerpo como si estos formarán parte de su frágil cuerpo.
Habían algunas cosas en el relato de Andrés que no tenían relación alguna con la realidad que yo conocía acerca de Andrés. Algunas de las cosas que me decía parecían sacadas de algún libro de ficción, lo cual me hacía plantearme algunas preguntas:
1º Andrés era hijo único, según lo que me informaron sus padres. ¿Cómo es posible que Andrés tuviera un hermano gemelo y que este supuesto hermano fuera negado por sus padres?
2º De haber tenido un hermano gemelo, lo habría visto alguna vez durante las muchas
visitas que realice al domicilio de sus padres. ¿Por qué nunca vi alguna prueba física de la existencia del hermano de Andrés en dicha casa? ¿Por qué nunca vi alguna foto de él o al mismísimo Lucas en persona dentro de la casa?
3º Según su documento de identidad, Andrés nació el 1 de Octubre de 1974. Si Lucas era su hermano gemelo se supone que ambos nacieron en 1974, entonces ¿Porque Lucas, el supuesto hermano gemelo de Andrés, falleció a los 11 años y no a los 13 si tomamos en cuenta la fecha de fallecimiento que fue el 24 de Diciembre de 1987?
A pesar que había mucha incoherencia en su relato, no quise hacerle preguntas acerca de los 3 puntos que acabo de mencionar con el fin de no crear demasiada confusión en la mente de mi amigo.
Luego de terminar de contar la historia acerca de su hermano gemelo, Andrés me dijo que ya era momento de abrir la caja. Así que procedió a romper el papel de regalo de color rojo (con dibujos de pequeñas estrellas por todos lados).
Mi sorpresa fue grande al ver que la caja solo contenía dos pequeños objetos en su interior: un lápiz sin punta y una pequeña libreta del tamaño de la palma de una mano con 50 páginas en blanco. Además algo curioso que noté luego de abierta la caja y al ver con detenimiento la tarjetita, que estaba adherida a esta, es que la letra que decía: “Para mi hermanito Andrés de parte de Lucas” era idéntica a la letra de Andrés.
-¿Es posible que los hermanos gemelos puedan escribir de la misma manera?- pensé.
Yo estaba 100% seguro que esa letra era la letra de Andrés, pero preferí no hacer mención alguna al respecto a mi amigo.
Luego de algunos minutos de silencio que parecían eternos, Andrés volvió a hablar para decir:
-¡Oe Cojudo! ¿Que hacemos sentados acá? vamos a seguir cargando las cajas; ¡Carajo!-
Yo solo le seguí el “juego” y simule que Andrés no había hecho comentario alguno acerca de su hermano gemelo y mucho menos abierto la caja. Así que por 10 minutos más seguimos cargando cajas al camión de mudanzas y terminados deshidratados por el calor que había intensificado su poder.
-Vamos a tomar algo helado adentro- dijo Andrés, con tono alegre.
-Si pero que no sean “chelas” por favor. No deseo saber nada de alcohol, mínimo hasta el día de mi cumpleaños – respondí, con el mismo tono alegre que Andrés.
Luego de reírnos de tonterías que habíamos pasado durante nuestra la niñez, Andrés hizo una pausa a nuestra divertida conversación, y se dirigió a la refrigeradora para sacar una botella de Inca Kola helada. El aire acondicionado de la casa sumado al esfuerzo de cargar cajas durante casi toda la tarde provocó en mí una pérdida gradual de fuerzas al punto de forzarme a quedarme dormido en el sofá de la sala.
Cuando desperté, me sentí muy desorientado, por un momento pensé que estaba aún en mi casa recuperándome de la resaca y que las cajas que había cargado eran solo producto de un mal sueño. Al levantarme del sofá sentí un fuerte dolor de espalda, brazos, piernas, etc; en resumen me dolía casi todo el cuerpo.
Lo primero que ví al levantarme de mi prolongado sueño era que el reloj de cuerda de la pared marcaban las 7de la noche.
-¿Tanto he dormido?- dije en voz alta.
-Sigue descansando, ambos han trabajado bastante y se merecen un descanso- dijo una voz femenina.
La voz era de la madre de Andrés que estaba ingresando a la casa luego de una larga
jornada de trabajo. Desde que la conocí, la señora Rocío siempre fue una mujer trabajadora, por tal motivo muy poco tiempo se le veía en casa pero siempre fue una madre que le dedico mucho tiempo y amor a su “único” hijo, Andrés.
A la señora Rocío no le molestaba mi presencia en casa pero me percaté que algo en la sala le había causado cierta molestia.
-¡Debí esconder mejor esa caja!- dijo esto mirando al suelo con rabia, donde se encontraba la caja de regalo abierta.
-Señora ha sido mi culpa, yo motivé a Andrés a abrir esa caja-
-No es tu culpa, ha sido mía-
Fue entonces que la señora empezó a contarme una historia que comenzó a aclarar muchas cosas con respecto a esa misteriosa caja, su contenido y el supuesto hermano gemelo.
La señora Rocío comenzó a contarme que mi gran amigo Andrés sufría un mal llamado trastorno de identidad disociativo (personalidad múltiple). “Lucas” era en realidad Andrés pero tenían personalidades diferentes, algo difícil de entender, debido a la complejidad de la mente pero en resumen Lucas nació de la mente de Andrés cuando tenía 13 años. Justo antes de Navidad, los padres de Andrés notaron un comportamiento extraño en él y decidieron internarlo en un hospital psiquiátrico debido a que Andrés (Lucas) adoptó una personalidad violenta, inclusive llego a amenazar con un cuchillo a su Padre.
El único recuerdo que guardaba la señora Rocío de aquel 24 de Diciembre de 1987 fue una caja que el mismo Andrés había envuelto, un día antes, en un papel de regalo y colocado junto al árbol navideño. En realidad los padres de Andrés no saben porque Andrés se transformó en el violento “Lucas” y envolvió en papel de regalo dos objetos, es decir la libreta y el lápiz sin punta.
La señora Rocío terminó de contar la historia diciendo que “Lucas” ahora estaba internado nuevamente en un hospital psiquiátrico o como lo llama Andrés, su nuevo departamento.
Al día siguiente, temprano por la mañana fui al hospital en busca de Andrés pero nadie en la recepción del hospital sabía en que habitación estaba, así que me aventuré a preguntarle a una enfermera:
-Srta. Enfermera, me podría decir por favor ¿donde se encuentra la habitación de “Lucas”…..?-
Y antes que le dijera el apellido, la enfermera me interrumpió:
-Yo estoy a cargo de su cuidado- dijo esto señalando una habitación, con poca iluminación en el exterior.
-Hoy no puede recibir visitas pero haré una excepción- dijo la enfermera.
Antes de atravesar la entrada de la habitación miré hacia arriba de la puerta semiabierta que tenía el número 13, escrito en una placa dorada.
-Vaya ironía de la vida- murmuré.
Fue triste ver a Andrés echado en aquella cama de hospital, sedado completamente y con apariencia indefensa (contraria a la personalidad de Lucas).
La madre de Andrés, me dijo que cuando fuera a verlo le entregara la caja con los dos objetos adentro. La señora Rocío pensó que tal vez la cura para su mal estaba ahí.
La señora Rocío no se equivocó porque luego de dejar a los pies de la cama esa extraña caja, que había permanecido escondida por años en el sótano de la casa, durante los días siguientes a mi visita, mi amigo presentó una gran mejoría y poco a poco conforme pasaban los días hasta convertirse en un año, Andrés había recuperado casi en su totalidad su verdadera personalidad. Al lápiz que había en la caja, le sacó punta y en la libreta escribió cortos relatos acerca de él, sus amigos y su familia.
Al año de haber sido internado en ese hospital, su padres lo acogieron en la casa nuevamente, que también era la casa de Andrés, para ese entonces sus padres lo habían ayudado a publicar un libro de relatos (que empezó en una libreta de apuntes) y que terminó ocupando un espacio en las librerías y en las mentes de los lectores.
1 comentarios:
Ahora entiendo por qué inventaba taantas historias fantástiicaass...algo de esto tenía que ser
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