El siempre fue un ser misterioso. Aparecía en las noches, dentro
mi almohada o me acompañaba a la hora del desayuno. Cuando almorzaba o cenaba nunca lo veía.
Este era reemplazado por la comida y por su enemigo Ego.
Algunas veces creía que el había desaparecido de mi hogar
cuando el ruido de la calle se filtraba en cada rincón de mi casa. Siempre ha
sido tímido, silencioso, pero muy inteligente y observador.
Hasta en el trabajo estuvo conmigo. En ese trabajo de
oficina que detestaba, pero que a él le parecía interesante. Solo supe su
nombre cuando un día presa del aburrimiento decidí escribir sobre él.
Su nombre es Leo y ha sido parte de uno que otro relato que
he escrito. Así es él de metiche, siempre mete sus narices donde no lo llaman.
El dejó de visitarme hace dos años. Creo que se resintió conmigo cuando dejé de hablarle. Pero de un momento a otro tocó la puerta de mi
cuarto. Entró y charlamos por horas.
Nadie puede verlo, solo yo. Sé que piensa, que le gusta y
que no. A quién ama o amó y a quienes dejó de querer. El es sensible con todo
el mundo, y aprecia a quien lo quiere de verdad, sin máscaras. El también es de
carne y hueso, al igual que tú y yo. Tiene cerebro y es muy inteligente, aunque
sin llegar a ser genio. Y su corazón es tan grande que muchas veces llega al
suelo y lo han pisoteado. Pero el no se queja, yo lo hago por él.
En poco tiempo se expondrá más, a pesar de su extrema
timidez, gracias a las redes sociales como facebook, twitter, etc. Por el momento eso es todo lo que tengo que
decir de mi amigo Leo y disculpen la ortografía, el día de hoy mi amigo no está
en casa para corregirme. Carita feliz. J
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