29 de septiembre de 2010

La puerta trasera

Las hojas del árbol de caoba caían lentamente encima de una alfombra verde mientras los ojos de Mario recorrían cada pequeño rincón del jardín. Al observar por última vez el jardín trasero de su casa, recordó el lugar exacto donde fue enterrado su perro Lucky.

El otoño había llegado, pero parecía verano. El sol era inclemente y no había indicios de lluvia cercana, o algo parecido, que calmara el insoportable calor. Mario, sumergido dentro de sus pocos conocimientos acerca del medio ambiente, pensó que el clima se había vuelto loco debido a la insania e irresponsabilidad del ser humano hacia su propio entorno. ¿Si no cuidamos nuestro país como podemos cuidar un planeta entero? -se preguntaba en silencio.

Mario no encontraba una razón de peso para abandonar una casa que le había dado todo lo que necesitaba. Sus padres le sugirieron que debía viajar a otro país, pero Mario no sabía a ciencia cierta a donde emigrar. Este país olvidado, en el cual había nacido, se encontraba en medio de una guerra civil y política. Los políticos y sus absurdos discursos multitudinarios habían llevado a la población al borde de su propia destrucción moral y física.

Los horribles sucesos que ocurrieron desde que se eligió al nuevo presidente del país, una semana atrás, estaban presentes en la televisión nacional. Las imágenes aparentemente inverosímiles de asesinatos, saqueos y toma de carreteras en diversas ciudades del país seguían saturando los canales de televisión. Mario se rehusaba a comprender lo que estaba sucediendo. Se sentía lleno de impotencia y culpabilidad. A sus cortos dieciocho años de edad sabía muy poco del mundo, pero lo suficiente como para comprender la maldad y locura de la gente que ahora lo rodeaba.

Llegado el momento de partir se intensificaron los gritos destemplados de gente que lo llamaba por su nombre. El pretendía no escucharlos, pero sus padres, quienes lo acompañaban en este difícil momento, percibían con claridad el ruido desesperado que se incrementaba poco a poco. Dolor, llantos e ira incontenible habían llenado el corazón de miles de personas que se encontraban frente a la puerta de la casa.

El revuelo había empezado en su cuadra. Luego el caos se extendió desde su vecindario hacia otras ciudades del país. En medio de la confusión, muchas personas se habían convertido en delincuentes de la noche a la mañana; comenzaron saqueando inicialmente negocios cercanos a su casa y luego tales actos se extendieron hacia otras ciudades del país.
De su ciudad nunca había salido y le daba cierto temor abandonar su lugar de protección, su hogar, su familia, su casa, su vecindario y su país. El continente fijado como destino, por decisión de sus padres, era Europa y el país aún estaba por determinarse. La decisión final era de Mario.

Sus pasos se hacían pesados conforme avanzaba a la puerta trasera de su hogar. Atrás quedaban todas sus pertenencias y recuerdos. Antes de abrir la puerta, se vio reflejado en un espejo situado a su diestra y observó detenidamente como estaba vestido; solo llevaba encima un blue jean roto y un polo que decía España 82 que tenía estampado a una mascota muy diferente, pero mas afortunada y famosa que Lucky; era una naranja con chimpunes.

-¿A dónde irás hijo? –preguntaron sus padres a manera de coro.
-A España –respondió con seguridad, el presidente mas joven del país, antes de cerrar tras de sí la puerta trasera de su hogar.

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