22 de octubre de 2010

Día 13

Tú que estas leyendo este texto tal vez no me recuerdes, pero yo siempre te recuerdo. Muchos sentimientos me motivan a enviarte esta carta. En realidad estoy buscando que alguien me ayude, de alguna manera, para poder salvar mi alma de las brasas del infierno. De solo pensar que tal vez pasaré el resto de la eternidad sufriendo en el fuego eterno siento escalofríos, aunque suene irónico en este momento.

Tú que me estas leyendo, espero sepas prestar atención a lo que estoy a punto de confesar en esta carta. A pesar que me resulta extraño hacer una confesión de algo horrible que me quieren obligar a hacer, el remordimiento se extingue poco a poco mientras sigo escribiendo este mensaje de confesión sincera.

Mi nombre tu no lo recuerdas pero yo si sé cuál es el tuyo. Mi nombre no es tan importante a pesar que muchas personas me llaman con diferentes nombres, pero todos ellos son solo adjetivos para mí.

No quiero andar con rodeos, así que empezaré a relatarte lo que me sucedió. Mi relato comienza el día de ayer cuando fui al cementerio a visitar a unos familiares y amigos (quienes están sepultados ahí). Mal día creo que escogí para salir a caminar rumbo a ese hermoso lugar donde los cuerpos reposan y las almas vigilan sus propias tumbas.

La mañana lucía espléndida: gris y húmeda como me gusta. Pocas personas habían llegado a visitar a sus difuntos, lo cual para mi era excelente debido a que detesto cuando hay demasiada gente cerca de mí. Tal vez sea por timidez, pero no me gusta que la gente se me acerque demasiado cuando estoy ocupado visitando a los muertos.

Detesto la palabra “muertos”, pero es difícil evitar escuchar o nombrar esa palabra cuando estas rodeado de ellos; prefiero decir la palabra “amigos”, pero también me gusta la palabra “familiares”. Mis amigos y familiares ocupan una gran extensión de tierra de aquel hermoso jardín; él cual esta lleno de lápidas cuidadosamente adornadas de flores naturales y algunos arboles frutales. Ayer, una lápida diferente a las demás llamó mi atención; en el mármol blanco (muy bien esculpido) no había inscripción alguna que delatará el nombre de la persona que estaba enterrada ahí debajo de la lápida anónima.

El césped que rodeaba la lápida estaba muy seco, esto era extraño debido a que la mañana se presentó con bastante humedad en el ambiente; encima de la tumba sin nombre no había flor alguna que adornara la última morada de un “amigo” desconocido. Mi enorme curiosidad, por saber a quien pertenecía aquella tumba, hizo que me dirigiera a la oficina administrativa del cementerio; entré en silencio y comencé a buscar, en los archivadores de la oficina, alguna información que me ayudara a revelar el secreto de la tumba anónima.

-¿Por qué la lápida de mármol, que adorna la tumba, no tiene nombre?-me preguntaba en silencio.

Después de varios minutos de búsqueda obsesiva, pude encontrar un documento que revelaba la fecha y el lugar donde había sido colocada esa lápida, pero no había nombre que revelara la identidad de la persona ahí enterrada. El documento solo describía el nombre del espacio donde estaba enterrada esa supuesta persona sin nombre; el documento decía: “A las 6am del 12 de Mayo de 1981 fue colocada una lápida de mármol en este cementerio (Cementerio “San Miguel”); hasta el momento no se ha logrado identificar a que persona fallecida corresponde”

Un dato adicional, de aquel documento, me llamó la atención; en este se nombraba también el nombre del taller donde había sido esculpida la lápida de mármol. El nombre del taller era extraño, se llamaba “Pena Estéril”. El taller estaba en una calle cercana al cementerio, así que solo necesité caminar 5 minutos hasta llegar a aquel taller.

La calle tenía un aspecto que hacía muy obvia su antigüedad. La calle era muy estrecha y la pista que la atravesaba era de piedra; las casas estaban echas de adobe y estaban adornadas de balcones virreinales. Muchas de esas casas estaban deterioradas por el paso del tiempo, pero a pesar de ello aún conservaban cierta hermosura arquitectónica.

El taller era una casa de color plomizo que contrastaba con el color de la puerta de madera, la cual era de color rojo sangre. Aparentemente esta antigua casa, de aproximadamente 500 años de antigüedad, había sido remodelada de una manera grotesca.

El taller tenía un cartel de madera que tenía escrito su nombre: “Pena Estéril”. Las letras del cartel parecían haber sido escritas con un soplete. Además el cartel estaba sostenido por un viejo poste oxidado, de unos 3 metros de altura, el cual parecía estar a punto de caerse debido a la excesiva corrosión que presentaba. Tan viejo era el cartel y el poste como lo era la puerta que me separaba del interior del taller.

Una vez situado frente a la puerta: toque tres veces con el puño esa madera apolillada, pero solo escuchaba el eco que se filtraba al interior del taller debido a la intensidad de mis golpes. Golpee tres veces mas la puerta y ahora con mayor intensidad, pero la respuesta fue nula desde el interior.

Estaba cansado de esperar que alguien saliera a atenderme; así que decidí dar media vuelta para abandonar mi labor de investigador de tumbas. Pero de repente, cuando estaba a punto de irme, una voz proveniente del interior del taller me llamó.

-No se vaya, lo he estado esperando- dijo la voz con un tono muy grave

Me llamó la atención esa voz porque me parecía haberla escuchado en otro lugar, pero no recordaba donde, ni cuando la escuché. Mi curiosidad hizo que ingresara sin titubear a aquel recinto lúgubre; el lugar estaba lleno de seres extraños hechos de mármol negro. A pesar que ya estaba acostumbrado a ver esculturas de animales y humanos, este lugar me llamó la atención debido a la perfección que existía en el detalle de dichas esculturas; además cabe señalar que muchos de los animales ahí presentes eran seres mitológicos, entre los que resaltaban los siguientes: EL Kraken (animal misterioso y gigantesco, con forma de pulpo), El Ave Fénix (un ave mitológica del tamaño de un águila de fuerte pico y garras), El Grifo (criatura cuya parte superior es la de un águila gigante y la parte inferior es la de un león), EL Centauro (ser con el torso y la cabeza de humano y el cuerpo de caballo) y dragones( reptiles gigantes y alados).

Un dato peculiar con respecto a las esculturas es que cada una de ellas, sin excepción, estaba repetida con exactitud de detalle en 6 oportunidades. Sí, aunque suene extraño cada ser mitológico estaba esculpido y expuesto ante mis ojos en 6 oportunidades. Este dato tal vez hubiera pasado desapercibido por otra persona, pero el hecho que las imágenes se repitieran en 6 oportunidades era un mensaje oculto, al menos así lo sentía yo. El mensaje fue descifrado inmediatamente cuando logre visualizar a la persona que me había llamado desde el interior del taller. Aquel recinto no era un taller, era la guarida de un ser despreciable con apariencia de anciano.

-Viejo amigo, veo que tu memoria aún es buena. Tus ojos de espanto me dicen que recuerdas quien soy- dijo con tono sarcástico, el anciano.

-Tu no eres mi amigo, aunque si recuerde ese rostro y los muchos otros tras los cuales te escondes- le respondí.

De repente las puertas del taller se cerraron rápidamente detrás de mí y un olor a azufre invadió todo el lugar. Las esculturas comenzaron a cobrar vida y comenzaron a mover lentamente sus cabezas, dirigiendo a la vez una mirada llena de ira hacia mí.

-Sabes que tus criaturas no pueden hacerme daño-le dije.

-Tan seguro como siempre, mi querido amigo. Pero no te preocupes, no pienso hacerte daño todavía- me respondió el anciano, con el mismo tono burlón.

El taller solo estaba iluminado por una tenue luz solar que atravesaba unos pequeños agujeros en el techo de madera, pero esa luz parecía que iba a extinguirse pronto. Miré a todos lados dentro del taller, en cada rincón busqué una salida, pero era obvio que la única salida estaba a mis espaldas, es decir, la puerta por donde había ingresado a aquella maloliente guarida.

El anciano, de estatura media, en apariencia era humano, y digo solo en apariencia porque en realidad de humano tenía muy poco, pero tenía mucho de animal salvaje. Sus dientes no eran humanos, en realidad eran colmillos muy bien afilados como los de un cocodrilo; las uñas de sus manos eran muy largas, tan largas como las garras de un águila; en vez de pies poseía pezuñas de cabra; su cara de anciano estaba llena de llagas y el pelo que cubría ese rostro era de color plomizo. La vestimenta que llevaba era un manto de color rojo desteñido, el cual estaba roto y sucio en casi su totalidad.

La apariencia de aquel “anciano” no me amedrentaba, pero si me resultaba repugnante el olor que desprendía de su cuerpo. El olor a azufre, que desprendía su cuerpo, era muy intenso y en todo momento intentaba disimular su olor pensando en algún olor agradable, como el de rosas recién cortadas.

-Me extraña que no hayas descifrado el anagrama (Palabra o sentencia que resulta de la transposición de letras; por ejemplo: amor, Roma, o viceversa.) que coloqué para ti en el cartel de mi taller.

-¿Pena Estéril?- respondí.

-La verdad es que me gusta jugar, como tú sabes, con la palabra. ¿Acaso no recuerdas que otros han jugado este mismo juego llamado Anagrama? Tal vez recuerdes la leyenda de mi amigo Pilatos y de mi enemigo Jesús. En esta leyenda se cuenta que Pilatos preguntó a Jesús ¿QUID EST VERITAS? (¿Qué es la verdad?), este (Jesucristo) le contestó por medio una anagrama: EST VIR QUI ADEST (Es el hombre que tienes delante).

-¡Claro! Que tonto fui al no darme cuenta que el anagrama del cartel (Pena Estéril) significa “La Serpiente”. Tu anagrama es un juego retorcido de letras en el cual escondes uno de tus tantos nombres.

-Amigo mío puedes llamarme de la manera que más te apetezca: Belcebú, Luzbel, Lucifer o Satanás. El nombre es lo de menos en este momento.

-¡Ve directo al punto, Maldita Serpiente!- le respondí con enojo.

Mientras la conversación entre los dos se prolongaba, la obscuridad iba reemplazando a la luz tenue que atravesaba el techo del “taller”. Si la luz se extinguía, antes de encontrar una salida, entonces La Serpiente estaría en ventaja de poder atacarme, pero aquella no era mi mayor preocupación; si se desataba la ira de Satanás, en aquel lugar tan reducido, mucha gente inocente que tuviera un hogar cerca saldría afectado.

-En este momento, amigo mío, tal vez estés pensando en escapar de aquí para poder salvar a gente inocente que podría yo dañar, pero este día no es necesario que te preocupes, en vano, por la vida de los seres humanos. Hoy me muestro ante ti y todo el mundo como un ser misericordioso.

Mientras decía esto, Satanás iba adoptando la posición de Cristo en la Cruz (los brazos extendidos y la cabeza echada de lado) mostrando de esta manera una evidente burla al Hijo de Dios. El sarcasmo de Satanás siempre ha sido una de sus tantas maneras perversas de expresarse, y aquel día hizo gala de su malévola capacidad histriónica.

-La razón por la que te he atraído hasta este lugar, casi obscuro, es para darte la oportunidad de llenar tu vida de luz.

-Guarda tus comentarios para el que no te conoce, serpiente. Lo que hay dentro de ti es solo obscuridad total y eso es lo único que puedes ofrecerme. ¿Qué quieres de mí?- respondí con mas ira que antes.

-Amigo mío, no toleras bromas. Que lástima, pero si quieres que te diga la verdad de porque te he atraído hacia mí, te la diré sin rodeos.

-De una buena vez dime que es lo que quieres- le respondí

Satanás me miró con una sonrisa maquiavélica mientras entregaba en mis manos un sobre de color rojo, el cual había hecho aparecer de la nada como por arte de magia.

El sobre era de un rojo muy llamativo y tenía un sello de cera situado en la parte posterior; el sello era también de un rojo muy llamativo e intenso y mostraba la figura de una calavera encerrada en un círculo.

Al abrir el sobre, dentro de él encontré una carta escrita de puño y letra del mismo Satanás. No es necesario explicarte como sabía que era su letra la que estaba impresa en la carta; debes creerme, por favor, cuando te digo que la carta había sido escrita por la mano del mismo Satanás.

A pesar de la poca visibilidad del lugar, pude leer lo que ahí estaba escrito. El mensaje de la carta era algo horrible, era una petición dirigida hacia mí. La petición era que debía cometer un asesinato. La potencial víctima era un hombre al que le tenía mucho afecto.

-¿Como eres capaz de pedirme que haga semejante abominación que esta descrita en esta carta?-le increpé; y al decir esto, arroje inmediatamente la carta a los pies (pezuñas) de Satanás.

-Tu curiosidad es grande, y sé que el motivo por el cual estas aquí es porque deseas saber a quien pertenece esa tumba que no tiene nombre en su lápida. Pues te diré la verdad: Esa lápida de mármol blanco, la cual yo mismo cree, señala el lugar exacto donde están enterradas todas las almas que han ido a mi hogar, al cual muchos llaman con el nombre de “Infierno”, aunque yo prefiero llamarlo : Mi tibio hogar de esparcimiento.

-Aún no entiendo que tiene que ver tu hogar conmigo- le respondí con una gran incertidumbre.

-Me extraña que a pesar de la cantidad de años de conocimiento que llevas acumulados en tu mente, acerca del tema de la morada de los olvidados (infierno), no sepas la razón de porque quiero que hagas algo por mí y por aquellos que están enterrados en vida sufriendo eternamente. En fin, solo asesinando a la persona que se menciona en esa carta, todas las demás personas que han permanecido siglos en mi hogar serán libres de ir al cielo o a donde mejor les parezca a pasar su patética inmortalidad.

-¿Me pides que maté a un hombre para salvar a todas la almas del infierno?; ¡Estas demente!

-Gracias por el elogio, amigo, pero no es lo único que deseo de ti. Esa carta es un contrato. Lee bien al final de la carta, en las letras pequeñas.

Antes de poder comenzar a leer esas minúsculas letras al final de la carta, la luz al interior del taller se extinguió. La obscuridad se apoderó del lugar y lo único que recuerdo es que recibí un fuerte golpe en la cabeza que hizo que cayera al suelo.

Pocos segundos antes de perder el conocimiento, antes que mi cabeza chocara contra el duro cemento del taller, escuché una risa estentórea. Satanás no me mató, aunque hubiera preferido que así lo hiciera. Morir en ese momento hubiera sido una bendición o un regalo del cielo, porque de esa manera mi sufrimiento por el enorme sentimiento de culpa que ahora siento, se hubiera evitado.

Pasaron varias horas antes que pudiera volver a ponerme de pie. Un fuerte dolor de cabeza no me dejaba entender con claridad lo que me había sucedido. Mi confusión se incremento cuando me di cuenta que me estaba poniendo de pie encima de la tumba sin nombre; el cementerio ahora estaba a obscuras y era iluminado solamente por la luz de la luna.

-¿Cómo regresé al cementerio?- me pregunté, en silencio, mientras me cogía con ambas manos mi cabeza adolorida.

Observé la lápida y pensé que tal vez me había resbalado en el césped y mi cabeza podría haber chocado accidentalmente con el duro mármol blanco dejándome, de esta manera, inconsciente por muchas horas.

-Todo lo que me ha sucedido, ha sido un sueño- pensé

Nada más alejado de la verdad. La carta que me entrego Satanás la tenía sujetada con la mano derecha. Las líneas pequeñas que no pude terminar de leer decían el lugar exacto en el cual debía ser cometido el asesinato. Satanás también mencionaba en las letras pequeñas que si no cometía personalmente el asesinato, entonces el mismo se encargaría de mandarme al infierno y nunca más vería a mis “amigos” y “familiares” del cementerio.

En este momento que me encuentro escribiendo lo acontecido el día de ayer; aún con el recuerdo de aquello, como si de una pesadilla se tratase, te confieso que me siento mal por no decirte con exactitud quien soy. Ahora que estas leyendo esto que he escrito para ti, creo que es necesario que sepas algo de mí. Por lo tanto te revelaré mi brevísima “biografía”, aunque esa palabra suene absurda para mí; es preciso mencionar mi historia resumida para que puedas entender como soy, más allá del saber quien soy, algo que tu intuyes seguramente.

Soy quien tú crees que soy, y digo esto con total seguridad de causa. Mi nombre, como te dije, no es importante. Mi nombre puede tener derivaciones infinitas y presentarse además en diferentes idiomas, sin embargo, preferiría no tener nombres tan horribles como los que “mis amigos” y “familiares” me llamaban en vida. No tengo familia a pesar que he estado en medio de muchas, pero siempre había tristeza en ellas; muchas veces inevitable sentimiento que se apodera de los que me rodean o me nombran.

Es triste no haber tenido familia propia jamás. ¿Amigos? Nunca los tuve a pesar que hubiera dado lo que sea por tener al menos uno. Disculpa si soy redundante en el tema, pero ver familiares y amigos unidos entre sí es algo que muchas veces ha causado cierta frustración en mí, confieso que algo de envidia también he sentido.

Es por tal motivo que, a manera de paliativo sentimental, he creado en mi universo personal: “familiares” y “amigos” que habitan en cementerios. Amistad y familia, son más que dos palabras unidas por una conjunción gramatical; son el equilibrio dentro de mí, algo que me permite olvidarme que estoy solo en este mundo.

Es la primera vez que me dirijo a ti.; siempre te he visto de cerca, pero nunca me he atrevido a hablarte por temor a que te alejes de mí. He ahí la desventaja que tengo frente a los demás seres que habitan este hermoso planeta. Yo, rara vez puedo comunicarme con otros seres humanos o tocarlos físicamente, salvo casos extremos; en la mayoría de veces, que esto sucede, las personas terminan alejándose de mí hasta el punto de no verlas jamás.

Ahora me estoy contactando contigo a través de esta carta, pero no quiero alejarte de mi presencia, sin embargo, tampoco deseo que te acerques a mí. Suena contradictorio todo lo que te digo; muy confusas o incoherentes pueden sonar mis palabras, pero no te culpo por ello. Muchas personas no me entienden y creo que es por ese motivo que al final terminan odiándome.

La ignorancia y la falta de conocimiento de cómo soy en realidad, creo que hace que las personas terminen finalmente odiándome. Ignorar mi existencia es como creer que las sombras que acompañan a los seres humanos durante el día, cuando sale el sol, no existen.

Mi historia tiene muchos matices tristes, los cuales están enlazados a tu vida de una manera casi imperceptible. A falta de otro término que venga a mi mente, he preferido escoger la palabra matiz para describir la intensidad con la que he vivido tragedias ajenas que las he sentido como propias, entre ellas las tuyas.

No soy un maestro de historia para relatarte todas las tragedias que han rodeado mi existencia, pero solo te comentaré acerca de aquellas que tu ya conoces. Seguramente recuerdas aquella horrible guerra que empezó en el año de 1939, la cual tú viviste de cerca.

Recuerdo que al desatarse la Segunda Guerra Mundial, los alemanes cerraron todas las universidades de tu país natal con el objetivo de invadir no sólo el territorio sino también la cultura de tu país. Frente a esta situación extrema, junto a un grupo de jóvenes, lograste algo positivo que fue: organizar una universidad clandestina en donde estudiaste filosofía, idiomas y literatura.

Aquella guerra ocasiono la muerte de millones de personas, lo curioso de todo esto es que a pesar de la magnitud de esta desgracia, los seres humanos aún no aprenden las lecciones del pasado y vuelven a caer en el mismo abismo mortal llamado guerra. El olvido y la ignorancia de estos hechos crean en la mente del ser humano la falsa sensación que nunca mas se volverán a repetir semejantes atrocidades, que se vieron entre los años de 1939 y 1945, durante la invasión nazi.

Me afecto demasiado la pérdidas que sufriste a tan temprana edad : A los 9 años falleció tu madre cuando iba a dar a luz a tu hermana; luego 3 años mas tarde perdiste a tu hermano mayor Edmund, médico de profesión. También recuerdo que durante la ocupación Nazi de tu país, tu padre perdió la vida, el falleció en 1941.

Yo estuve presente en todos estos acontecimientos. Hubiera querido que la vida de tus seres amados se hubiera prolongado por muchísimos años más, pero en mis manos no esta la decisión de la vida a pesar que tal vez algunos afirmen lo contrario. Todos estos acontecimientos duros en tu vida te afectaron tristemente, pero a pesar de todo saliste adelante en la vida.

Tal vez te preguntes como tengo conocimiento de estos acontecimientos que sucedieron en tu vida, la respuesta es sencilla: yo se quien eres. Te admiro como persona; las obras que has hecho por el bien de la humanidad despiertan en mí: respeto y admiración hacia tu persona.

Espero tu perdón por no haber impedido la partida de tus seres queridos al otro mundo. No me odies por ser lo que soy y por hacer lo que no deseo hacer.

Continuando con el tema principal, te decía que Satanás se ha presentado ante mí y me ha ofrecido la oportunidad de liberar todas almas del infierno. Para realizar esto, es necesario realizar una acción que es inherente a mí. No creas que soy un asesino, pero esta en mi naturaleza causar viva aflicción, aunque yo no lo desee.

Perdóname nuevamente……. amigo. Disculpa si tomo demasiada confianza al decirte amigo, pero siento que eres la excepción a la regla en cuanto a amigos terrenales se refiere. Yo no tengo amigos, como te comente, pero tú eres una persona a la cual considero mi amigo a pesar que nunca nos hemos conocido cara a cara. De ahora en adelante, en el transcurso de este relato permíteme llamarte amigo.

No te asustes por todo lo que acabo de decirte acerca de tu vida y el vínculo existente con mi historia. Te dije que iba a relatar mi biografía, sin embargo, he preferido ahorrarme algunos detalles para evitar alejar tu mirada del punto central de esta carta. Hay acontecimientos, tan o mas horribles que la segunda guerra mundial, que prefiero obviar.

No pienses que intento confundir tus pensamientos como lo hace Satanás con sus victimas.; yo soy muy diferente a él. Si aún sigues con la mirada esta carta que te dirijo, entonces te aconsejo que termines de leer lo que voy a escribir a continuación.

Tengo la esperanza que esta carta llegue a tus manos lo más pronto posible, antes que se cometa un crimen. El relato que te envío a manera de carta, puede parecer fantasioso, pero te aseguro que todo lo dicho por mí es sinceridad absoluta, libre de toda mancha de mentira; créeme cuando te digo que estoy relatando hechos reales.

Muy pocos seres humanos creen en cosas satánicas o de esoterismo, sin embargo, aún existen personas como tú que cree en la presencia del bien y del mal; pelea eterna que se vive cada día en este mundo y es expuesta en los medios de comunicación: a veces como guerras que duran una hora al día en algún programa de noticias. Yo no soy indiferente ante el sufrimiento humano, me duele muchísimo que la gente permanezca fría ante un televisor y cambie de canal después de ver una noticia acerca de algún conflicto bélico en el cual muere muchísima gente. Nada puedo hacer yo para detener muertes, detesto el sufrimiento de la gente inocente que se encuentra en medio de una guerra de la cual nadie quiso formar parte.

Las guerras y la muerte van de la mano; como hermanos que caminan cogidos de la mano, hermanos que caminan atravesando por el medio de una delgada línea fronteriza que divide lo material de lo espiritual. Yo camino en ambos lados desde hace algún tiempo y no necesito de médiums para saber cuando alguien va pasar del mundo material al espiritual. Digamos que, en muchas ocasiones, yo tengo el poder (un poder que desearía no tener) de saber el día y la hora exacta de la muerte de una persona.

Volviendo al tema de Satanás, te digo que: el para mí es un enemigo, al cual detesto. El siempre hace uso de su inteligencia para realizar perjuicios a la humanidad; los medios que el utiliza para expresar sus actos inhumanos son: desunión familiar, odios, venganzas, rencores, desamor, infidelidad, torturas, violaciones, guerras, asesinatos, etc. La mayoría de las veces el modo de operar es el mismo, cuando acaba de manera horrible con la vida de los seres humanos. Como cobarde que es, siempre utiliza hombres o mujeres de mentes débiles para cometer atentados inhumanos contra la vida; atentados que el se rehúsa a realizar cuando piensa que hay acontecimientos trágicos que no merecen la pena ser ejecutados directamente por él.

Espero sepas disculparme por haberme desviado otra vez del tema central de esta carta, que espero llegue pronto a tus manos. Como te había mencionado, Satanás también había expresado en su carta una amenaza hacia mí en la cual decía textualmente lo siguiente:

“Si la misión que te estoy encomendando en este documento no se cumple, entonces arderas en el fuego eterno del infierno. A la vez serás privado de la libertad de poder visitar a tus “amigos” y “familiares”. Este mensaje adicional tómalo como una garantía para que tu misión sea completada eficazmente.”

En realidad esa garantía, como el la llamaba, era mas bien una amenaza clara y casi irrefutable. No podía rechazar lo dicho ahí en ese documento maligno, porque si no cumplía tan siniestra misión entonces se cumpliría dicha amenaza.

Ayer, durante la noche, pensaba en la manera de librarme de tan horrible acto que debía cometer. Mientras observaba la lápida sin nombre pensaba en las miles de almas que estaban sufriendo debajo de ella. Las dudas inundaban mi mente, por un momento llegué a pensar que tal vez Satanás me había mentido.

Las dudas de mi cabeza se despejaron cuando comencé a escuchar quejidos, que se incrementaban progresivamente, los cuales provenían del interior de la tierra que estaba pisando. Las almas del infierno se quejaban de un sufrimiento repetitivo, consecuencia de un castigo perpetuo.

Mi conciencia me decía que debía liberar a las almas que sufrían en manos de Satanás, pero a la vez mi mente me decía: ¿Quién eres tú para decidir acerca del destino de las almas enviadas al castigo eterno?

Mi mente sufrió el colapso producto de las preguntas que inundaban mi cabeza. Mi mente comenzó a cansarse hasta que terminé cayendo encima de la tumba anónima. En ese momento tuve pesadillas acerca de mi encuentro con Satanás; todo era más obscuro y deformado en mi mente, muy diferente a lo que había vivido en realidad.

En la pesadilla que tuve, pude observar a Satanás comiéndose las cabezas de aquellos seres mitológicos, ahora de carne y hueso, que adornaban el taller “Pena Estéril”. Mientras Satanás despedazaba cada una de esas cabezas, una nueva surgía del mismo lugar; la escena se repetía una y otra vez, mientras se escuchaban quejidos lejanos de personas anónimas. La pesadilla era macabra, notaba como sonreía Satanás después de tragar las cabezas de sus victimas, él disfrutaba de aquel espectáculo. Luego de saciar su apetito diabólico se dirigía a mí y me escupía sangre. Mis ojos llenos de sangre me ardían terriblemente y no me permitían ver lo que estaba sucediendo después, lo cual me hacía sentir indefenso ante un probable ataque del maligno. Impotencia sentía cuando escuchaba los lamentos de personas a las cuales no veía, todo era total obscuridad.

-¡Amigo mío, ya es hora!- gritó una voz con un tono grave, que hizo despertarme.

No sabía si el grito había sucedido en la pesadilla o en realidad alguien me había despertado de tan terrible tormento. Al despertarme sentí una fuerte luz que cegaba mi visión; los primeros rayos solares de la mañana me despertaron; el silencio matutino del nuevo día me permitió pensar con mas claridad que el día anterior.
Aún tenía en mi poder la carta de Satanás, la cual simplifiqué en una pregunta:

-¿Vale la pena sacrificar una vida para librar otras que no se merecen el privilegio de la libertad?- me dije en silencio

-No, no esta en mis manos decidir acerca de la libertad de los desterrados al infierno- Me contesté con seguridad.

Amigo mío, tu que me estas leyendo, te digo que esta carta es un grito silencioso de ayuda y a la vez una advertencia para ti. Espero ser claro al decir la palabra “advertencia”, que no es lo mismo que amenaza. Es necesario advertirte amigo mío que tu vida esta en peligro, porque la persona a la cual debo asesinar eres tu. Pero no te preocupes, porque el tiempo que he dedicado a escribirte esta carta me ha permitido pensar con mayor claridad y a la vez tomar una decisión definitiva. Si alguien debe ser sacrificado en manos de Satanás para que alguien sea salvado, ese soy yo.

No deseo dañarte amigo, y para evitar eso es necesario que leas la carta que Satanás me entregó. Es necesario que leas con atención hasta el final de la misma porque esta carta tal vez pueda evitar tu asesinato. La carta dice lo siguiente:
“Amigo mío, la lápida que esta frente a ti es el punto exacto que señala donde se encuentran infinidad de almas que sufren diariamente por sus pecados cometidos. Le voy a dar a todas estas almas la oportunidad que DIOS me negó: volver al paraíso.

Para que esto sea realizado con la efectividad, que espero de ti, necesito que asesines a una persona. Mañana 13 de Mayo cuando Carol se acerque a sus fieles, tu te confundirás entre la multitud, te acercarás a él y tocarás su corazón, el cual estallará derribándolo inmediatamente hacia el suelo hasta su deceso”,

A pesar que no mencionaba el nombre completo de la persona que iba a tener que asesinar, yo sabía que eras tú. No es necesario explicarte como lo sé, solo puedo decirte que sentía que eras tú, lo cual me asusto muchísimo.

Al reverso de la carta se leía tu nombre, el cual solo podía ser leído a contraluz. Hoy te enviaré la carta para que puedas evitar tu final. Sé que Satanás a pesar de todo intentará lograr la misión que me ha entregado, pero solo dos hechos pueden evitar que se cumpla tan terrible plan; uno de ellos es esta advertencia escrita que te envío o una intervención divina.

Ahora solo me queda despedirme y decirte que: para mí eres un Santo y como tal no mereces el destino que Satanás ha decidido forzar para ti. Tal vez Satanás mañana venga a buscarme para llevarme al infierno, pero prefiero tal destino para mí antes que verte asesinado por mis manos. Me rehúso a realizar tan inhumana acción. Ahora que ya sabes el fin de mi carta, creo conveniente decirte el nombre con el cual me llaman comúnmente; me llaman: La Muerte.

A continuación te expongo las últimas líneas pequeñas de la carta que escribió Satanás para mí:

“El hombre de blanco, sucesor de Pedro, debe ser asesinado por tus manos mañana 13 de Mayo de 1981 en La Plaza De San Pedro. El nombre de tu víctima es Karol Józef Wojtyła, conocido por sus fieles católicos como Juan Pablo II”

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