Nada me impulsa a salir de mi habitación. El reloj suena, los pájaros cantan afuera y yo solo dejo que el tiempo siga su camino. Todos los días son lo mismo; el reloj despertador suena y no puedo apagarlo y solo me queda esperar que este se silencie de repente.
El frío carcome mis huesos mientras mi mirada se queda fija en la pantalla de televisión. Las mismas noticias de mierda recorren ese pequeño televisor.
El mundo se encuentra aprisionado en esa “caja boba” y todo se ve tan irreal, pero es tab real como lo que yo observaba al salir a la calle. Fuera de mi casa había más de lo mismo: coches bomba, violaciones, drogas, prostitución, violencia y muerte.
La casa está sola y extraño la presencia de mi familia en ella. Pero eso quedó atrás, ahora solo me acompaña mi amarga soledad dentro de aquel viejo lugar y lleno de deudas.
Todos los días me acerco a la puerta principal e intento recoger aquel periódico que diariamente alguien desliza debajo de aquella puerta, pero algún tipo de fuerza me impide tocarlo, pero si puedo leer un titular enorme que dice: “Alumno de la universidad privada San Pedro murió en un accidente automovilístico” Y “adornando” tan terrible noticia aparece la foto de un auto destrozado y el rostro desfigurado y ensangrentado de un hombre joven de 22 años.
¿Por qué siempre malas noticias en los periódicos y en la televisión?- Me pregunto, pero solo el silencio me acompaña como respuesta.
En esta desolada ciudad todos los días son grises al igual que las indeseables ratas que se han apoderado de todos los rincones de mi casa.
Pasan los días, y todo se repite. El aburrimiento se apodera de mí. Las mismas noticias se repiten en la televisión, todo parece parte de una pesadilla.
Los sobres siguen deslizándose bajo mi puerta, recibos de agua luz, teléfono y demás se siguen amontonando a la entrada del que alguna vez fue mi hogar. Ya he perdido la noción del tiempo. No sé cuánto tiempo llevo encerrado aquí.
¿Mamá…papá? - susurro, pero nadie responde. Solo el eco de mi voz retumba en las paredes.
Sentado al pie de mi cama, cubierta de sabanas polvorientas, mi mirada se fija nuevamente en aquel viejo televisor en blanco y negro. Y de repente este se apaga y en la pantalla solo queda reflejada la silueta de un joven. Y es en ese momento que maldigo a aquella mañana gris de invierno. Maldigo el titular del periódico, el reloj de mierda. Y finalmente maldigo al hijo de puta que manejaba aquel camión que se atravesó en mi camino cuando manejaba en dirección a la universidad y que me alejó para siempre de mi familia y amigos a la edad de 22 años.
El frío carcome mis huesos mientras mi mirada se queda fija en la pantalla de televisión. Las mismas noticias de mierda recorren ese pequeño televisor.
El mundo se encuentra aprisionado en esa “caja boba” y todo se ve tan irreal, pero es tab real como lo que yo observaba al salir a la calle. Fuera de mi casa había más de lo mismo: coches bomba, violaciones, drogas, prostitución, violencia y muerte.
La casa está sola y extraño la presencia de mi familia en ella. Pero eso quedó atrás, ahora solo me acompaña mi amarga soledad dentro de aquel viejo lugar y lleno de deudas.
Todos los días me acerco a la puerta principal e intento recoger aquel periódico que diariamente alguien desliza debajo de aquella puerta, pero algún tipo de fuerza me impide tocarlo, pero si puedo leer un titular enorme que dice: “Alumno de la universidad privada San Pedro murió en un accidente automovilístico” Y “adornando” tan terrible noticia aparece la foto de un auto destrozado y el rostro desfigurado y ensangrentado de un hombre joven de 22 años.
¿Por qué siempre malas noticias en los periódicos y en la televisión?- Me pregunto, pero solo el silencio me acompaña como respuesta.
En esta desolada ciudad todos los días son grises al igual que las indeseables ratas que se han apoderado de todos los rincones de mi casa.
Pasan los días, y todo se repite. El aburrimiento se apodera de mí. Las mismas noticias se repiten en la televisión, todo parece parte de una pesadilla.
Los sobres siguen deslizándose bajo mi puerta, recibos de agua luz, teléfono y demás se siguen amontonando a la entrada del que alguna vez fue mi hogar. Ya he perdido la noción del tiempo. No sé cuánto tiempo llevo encerrado aquí.
¿Mamá…papá? - susurro, pero nadie responde. Solo el eco de mi voz retumba en las paredes.
Sentado al pie de mi cama, cubierta de sabanas polvorientas, mi mirada se fija nuevamente en aquel viejo televisor en blanco y negro. Y de repente este se apaga y en la pantalla solo queda reflejada la silueta de un joven. Y es en ese momento que maldigo a aquella mañana gris de invierno. Maldigo el titular del periódico, el reloj de mierda. Y finalmente maldigo al hijo de puta que manejaba aquel camión que se atravesó en mi camino cuando manejaba en dirección a la universidad y que me alejó para siempre de mi familia y amigos a la edad de 22 años.
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