Redacción online
“Raro” es el nombre de la segunda novela de Renato Cisneros. En ella, el ex autor del blog “Busco Novia”, nos presenta a un personaje que enfrenta una sensación de no pertenencia a las personas y el universo que lo rodea.
Esta es tu segunda novela. La primera de ellas: “Nunca confíes en mí” estaba basada en un hecho real. Entiendo que, a diferencia de ella, en esta te enfocas por completo en la ficción.
El esfuerzo es de ficción. Una noche nos sentamos Alfonso Vargas, el ilustrador de la novela, y yo. Le dije que me interesaba construir un relato largo donde el personaje central se cuestionara absolutamente todo y pudiera decir esas cosas que a veces las personas nos callamos porque son políticamente incorrectas, porque nos pueden crear enemistades o porque nos pueden herir. Quería un personaje así: con cuestionamientos, que no sea un ganador, que no sea un épico y que se sinta despistado a una edad en la que debería estar, más bien, encaminado. Yo tenía muy claro lo que quería que le ocurriera y lo conversábamos semana a semana. Él dibujaba, yo escribía y lo colgábamos en mi página web.
Esta forma de escritura en vivo en la que compartes lo que luego vas a publicar influye en la edición. Es decir, ¿haces correcciones de acuerdo a los comentarios de tus lectores?
“En busco novia” no tanto porque ya los textos estaban cerrados y la idea era reproducir todo un blog impreso. Los comentarios incluso tenían su lugar en el libro. En “Nunca confíes en mí”, sí. Ocurría que había un personaje que se llamaba “Martín”, que era divertido y los lectores no querían que desapareciera tan temprano. Por ahí que le di un poco más de vida para congraciarme con esos lectores que le habían encontrado camote, pero para “Raro” no quería eso. Primero por respeto al argumento que yo había pensado. Además, me gusta la literatura hiperreal, en la que las cosas se parecen mucho a la vida cotidiana. Y en la vida cotidiana los grandes personajes a veces no se mantienen, no están todo el tiempo, se mueren rápido, se marchan, te dejan o haces algo para que te dejen.
La biografía siempre se cuela en las ficciones. Es más, veo que algunos rasgos de la personalidad de “Raro” coinciden con los tuyos. Como su recién descubierta pasión por la natación. ¿Qué otras coincidencias mencionarías?
Le gusta ver muchas películas como a mí, pero de hecho él ve muchas más que yo. Hay una forma de involucrarse con la gente en la que también podría reconocerme, pero no he pensado tanto en mí al momento de escribirlo. Hay algunos episodios en los que han aflorado circunstancias, conversaciones de las que yo he sido testigo o participe y que me han ayudado a construir determinados momentos. Pero lo que más he querido es alejarme de la biografía para poder darle consistencia a él, para poder darle una psicología más fuerte, más independiente. De alguna manera, eso ha hecho que él, a diferencia de mí, tomé decisiones tajantes: él decide irse de la casa y se va. Decide renunciar y renuncia. Yo me he demorado en tomar esas decisiones que son más bacanes cuando son más drásticas.
En “Raro” expones algunas de sus apreciaciones sobre el proceso de creación literario. Una de ellas es sobre las cosas que lo distraen al momento de empezar a escribir. Se distrae con páginas como YouTube y Facebook. ¿Te pasa también?
Me pasa mucho, me falta fuerza de voluntad para cerrar todas esas ventanas inútiles en las que desperdicio mucho tiempo y energía. Después uno se da cuenta de todo el tiempo que uno pierde haciendo cojudeces en internet y que podría ser valioso para otras cosas más edificantes. Me sorprende mi capacidad para huevear. Trato de hacerlo menos pero tampoco es que me reprima. Intento no pasar el límite entre curiosear y perder oficialmente el tiempo.
¿Tienes un horario de escritura?
No he podido seguir este modelo ‘vargasllosiano’ de la escritura oficinesca de 8 a 5. Pero sí estoy tratando de poner en práctica el consejo que me dio el escritor cajamarquino Jorge Díaz Herrera de escribir por lo menos 60 líneas todos los días. A veces me sale, a veces no. Aunque las vaya a borrar al día siguiente, las escribo. Hay una cosa de disciplina necesaria de combinar con el talento, si es que uno lo tiene.
¿Como blogger no se te formó una disciplina?
En un momento sí. Era claro que tenía que publicar los lunes o máximo en 10 días, me generé una cierta disciplina pero a veces uno pierde las cosas que consigue. No por ser disciplinado una época quiere decir que uno vaya a ser disciplinado siempre.
Hay muchas referencias cinéfilas en tus descripciones. Por ejemplo, “Raro” confecciona una lista de nombres “a la usanza de Kill Bill” para escribir cartas en Navidad, o “se siente como Bill Murray en Broken Flowers”. Dirías que también hay elementos del lenguaje cinematográfico que utilizas ahora para escribir.
Si me pongo a pensar en los libros que más me han gustado recientemente -desde Paul Auster, Murakami, Fuguet o Fitzgerald- todos son bien cinematográficos. A mí me gusta ese lenguaje audiovisual: que haya un estallido de sensaciones, que el lector pueda leer con los cinco sentidos. No sé si hay una intención en mí de ser muy cinematográfico, pero por lo menos sí una de ser muy audiovisual.
Leí que con esta novela querías cerrar el ciclo de novelas con un origen en lo digital.
No sé si sea un signo de crecimiento pero ahora yo trato de no ser tan categórico en nada. Antes mis teorías eran muy a rajatabla. En principio yo ya no quiero escribir más de esta manera: los últimos libros que he sacado han tenido en internet un inicio. Me gustaría que la próxima tenga más incertidumbre y solo la lean las tres o cuatro personas que puedan estar involucradas en su eventual edición y publicación. Además, como una prueba ante mí mismo de poder escribir de esa manera, prescindiendo de internet.
Muchas personas te identifican como “el blogger Renato Cisneros” más que como el escritor. ¿Eso también tiene que ver en tu decisión de escribir ahora más a la antigua?
Nunca me sentí muy identificado con la definición de blogger. Siempre he sido muy poco tecnológico. Blogger me suena a una persona mucho más 2.0 de lo que yo soy. El hecho de tener una página web me parece que es lo más tecnológico que he llegado a ser. Por eso nunca me gustó tanto ser calificado como blogger. Además, el blog es finalmente una plataforma que se alimenta de la escritura. Me gusta más pensar que soy un periodista que en algún momento podría convertirse en un escritor.
Sé que ya estás escribiendo una nueva novela. ¿Qué tan avanzada está?
Recién tiene unas 30 o 40 páginas. Me va a demandar mucho tiempo. Es una novela que tiene que ver con relación entre padres e hijos. Como la muerte de un padre afecta la biografía de un hijo y lo incorrecto que es a veces buscar en la biografía de los padres.
¿Has estado buscando en la biografía de tu padre?
Cuando se te muere un papá tienes la alternativa de recordarlo como fue o intentar curiosear en el pasado para ver cómo eran las cosas antes de que nacieras. Allí puedes encontrar cosas que no te gustarán, pero quizá también las claves de tu identidad. Quizá te puedas reconocer en esos episodios negros que fueron ocultados para que no te lleves un desencanto. Las relaciones humanas, las relaciones padre e hijo me interesan mucho.
Tus primeras publicaciones fueron poemarios. ¿Sigues escribiendo poesía?
No, hace mucho que no. Creo que uno no elige cuándo escribir poesía. Con la narración uno si puede esforzarse, pero con la poesía es diferente. No lo digo con ninguna pretensión. En realidad, más que un talento es como una maldición. No me gusta pensar en la escritura como un mecanismo para conocerse a uno mismo, sino como un virus, como una enfermedad. Esto que decía Watanabe con una imagen tan bonita como la del guardián del hielo. Escribir es como esculpir con una sierra eléctrica, es sacar belleza de algo sólido, pero con dolor.
¿Te duele escribir?
Me gusta tanto como me duele. No me dolería si no me gustara. No me gustaría si no me doliera.
Quizá te involucras en temas que te duelen.
Nunca conscientemente. Nunca tan autodestructivo como para buscar el abismo, lanzarme y regresar para escribir la experiencia. Pero a veces los mecanismos inconscientes son traidores y uno hace cosas de las que después se arrepiente y no vale la pena alimentar esa neura. Mejor es encontrar otros caminos creativos.
En la novela, “Raro” tiene una frase que me gusta mucho sobre el consumo de literatura. Dice que “hay algo medicinal” en los libros, que “hay que identificar primero la enfermedad, luego hacer el diagnóstico, elegir el medicamento y finalmente proporcionar la dosis”.
Eso lo aprendí de mi tío Luis Jaime (Cisneros). Él no te prestaba libros, te los recetaba. Te hacia un diagnóstico, te escuchaba, identificaba tus paltas. Sabía si traías un problema de vocación o un problema sentimental y, según eso, como médico que era antes que filólogo, te recetaba libros: un poquito de Thomas Mann, un poquito de poesía de Sologuren, un poquito de Pessoa y vuelve en una semana a ver cómo te sientes. Tal cual. Como en una cita con un médico. Creo que de allí saqué esa idea de que “Raro” no estaba de ánimo para leer a Vila Matas y que tenía ganas de algo un poco más hard core, más violento. Así pasa. Hay libros que te gustan dependiendo del momento.
¿A quién le diagnosticarías “Raro”?
A la gente que se siente un poco despistada en lo que está haciendo, pero con la advertencia de que en mis libros no hallará una moraleja. Se nos vende esta idea medio candelejona de que si nos esmeramos, lo conseguiremos. Es mentira. A veces no consigues las cosas y está bien que sea así también porque la vida tiene esa dureza. No por seguir tus sueños los cumplirás. Así que le recomendaría “Raro” a todos los que se sienten despistados. No les aseguro que les vaya a gustar, pero por lo menos les acompañará un rato.
Elcomercio.pe
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